Jesús Jose Márquez Piñero es el nuevo Vicario Parroquial de la Parroquia de Santiago el Mayor de Totana

Jesús, Juan Pablo, David y Joaquín, cuatro nuevos sacerdotes para la Diócesis de Cartagena

Esta mañana ha tenido lugar en la Catedral de Murcia la ordenación sacerdotal de Joaquín Conesa Zamora, David Flor de Lis González, Jesús José Márquez Piñero y Juan Pablo Palao García. A las 11:00 horas comenzaba la celebración presidida por el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, con un aforo reducido y con todas las medidas de seguridad establecidas por sanidad.

Después de la proclamación del Evangelio ha tenido lugar el escrutinio en el que el obispo ha preguntado a los rectores de los seminarios San Fulgencio y Redemptoris Mater si los candidatos eran considerados dignos, tras la respuesta afirmativa, Mons. Lorca ha elegido a los candidatos para el Orden de los Presbíteros.

Al inicio de su homilía, el obispo ha hecho referencia a que, en esta ocasión, las circunstancias han impedido que las ordenaciones se pudieran realizar en las diferentes parroquias de los ordenandos, como es costumbre en la Diócesis de Cartagena, y que la limitación del aforo ha impedido que pudieran estar presentes todas las personas a las que les hubiera gustado invitar.

“Toda la Iglesia de Cartagena está alegre por vosotros que habéis dado el paso para servir al Pueblo de Dios con el mismo estilo de Jesucristo”, ha remarcado Mons. Lorca, recordando a los ordenandos que Dios les necesita “sencillos, humildes, no como señorones alejados de la gente; sino pequeños, cercanos e ilusionados con la misión”. El obispo les ha explicado también que el sacerdocio configurará, a partir de ahora, su vida según la voluntad de Dios: “Desde hoy vuestro servicio está llamado a ser para todos, porque debéis aprender cada día a ser pastores según el corazón de Dios… para llegar, como el Señor, a los dolores, a las heridas y a las pobrezas espirituales y materiales, que nunca faltarán en aquellos a los que serviréis. Os ruego que en vuestros quehaceres pastorales no busquéis nunca reconocimientos, ni medallas, no exijáis méritos, ni protagonismos, vosotros amad, servid, orad y dadle el protagonismo a Dios”.

Tras las promesas sacerdotales, el rito de la ordenación ha continuado con la letanía de los santos, con los cuatro diáconos postrados en el suelo en oración. Después ha tenido lugar la imposición de manos y la oración consagratoria, momento central de la celebración en el que se confiere el Orden Sacerdotal. Tras esto, los cuatro nuevos presbíteros han sido revestidos con la estola (ahora sobre los hombros) y la casulla; el obispo ha ungido sus manos con el Santo Crisma, signo del carácter sacramental de la ordenación; y les ha entregado la patena y el cáliz. Con el abrazo de paz del obispo y el gesto de acogida del resto de los sacerdotes, como señal de admisión en el ministerio, ha concluido el rito de la ordenación, y Joaquín, David, Jesús y Juan Pablo se han incorporado al presbiterio, concelebrando por primera vez junto al obispo.

Al final de la celebración, el obispo ha anunciado el destino de los cuatro nuevos sacerdotes que servirán como vicarios parroquiales en diferentes comunidades: Joaquín Conesa en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Molina de Segura; Jesús José Márquez en la de Santiago el Mayor de Totana; David Flor de Lis en San Juan Bautista de Archena; y Juan Pablo Palao en San Francisco Javier de Murcia.

JESÚS JOSE MÁRQUEZ PIÑERO

Nacido en Ceuta e hijo de un comandante del Ejército de Tierra, la vida de Jesús José Márquez Piñero siempre ha estado muy vinculada a Murcia. La primera vez que destinaron a su padre a esta ciudad fue cuando Jesús tenía 6 años, repitiendo destino cuando cumplió los 14. Acostumbrado a hacer la maleta por los traslados laborales de su familia, Jesús tenía claro que quería ser militar, preparó la oposición para acceder a la Academia General Militar y aprobó, pero sin plaza. “Empaté por puntos y, al ser el padre del otro aspirante de mayor rango que el mío, me quedé fuera”. Entonces, Jesús volvió a Murcia para continuar estudiando y se matriculó en Derecho. Durante los veranos, comenzó a trabajar como auxiliar administrativo en empresas relacionadas con el sector de la construcción, una situación que hizo que abandonara sus estudios para dedicarse plenamente al mundo laboral, ascendiendo con el tiempo hasta llegar a ser jefe de administración y responsable de delegación. “En mi puesto de trabajo me sentía el ombligo de la empresa, con mucha conexión tanto con los clientes como con todos los empleados”, destaca. Un trabajo, recuerda, que a veces se desarrollaba “en un entorno duro en el que no existía la caridad” y en el que sufría con alguna de sus responsabilidades, como cuando tenía que despedir a los trabajadores. “No me habían educado para eso, ni yo quería ser así, sin tener en cuenta a las familias a las que afectaban esos cambios”.

Entre Murcia y Valencia, ocupó importantes puestos de trabajo en diferentes empresas, en la última de ellas le propusieron un nuevo proyecto para el que tenía que elegir entre tres destinos: México, Marruecos o Qatar. Jesús debía tomar una decisión determinante para su futuro. Al salir de su oficina en Picasent (Valencia), para hacer unas gestiones, se perdió por las calles y acabó en la plaza de la iglesia. “Nunca había perdido la fe y en mi maleta, desde pequeño, siempre llevaba una Biblia, aunque no estaba vinculado a ninguna parroquia”. Por impulso, entró al templo y se puso delante del sagrario para preguntarle a Dios cuál era la mejor opción de entre los destinos que le habían propuesto. “Quédate conmigo” fue la respuesta que obtuvo a su gran interrogante. A la semana siguiente volvió para repetir la pregunta y la respuesta fue la misma. En casa siempre habían tenido la figura del sacerdote como una persona de referencia, pero Jesús nunca se había planteado serlo.

Tras más de 20 años de trabajo en oficina decidió tomarse un año sabático y se marchó a su casa en Abarán para reflexionar acerca de su vocación. “Durante ese tiempo marqué millones de veces el teléfono del Seminario Mayor San Fulgencio, pero nunca dejaba que diese el primer tono y colgaba”. Hasta que un día se decidió a llamar para hablar con el rector. Para su sorpresa, descolgó el teléfono un seminarista que atendió su llamada y ambos charlaron sobre sus parecidas experiencias. “Ese sentimiento de quédate conmigo empezaba a tomar forma”. El rector del seminario le recibió “con mucha familiaridad” y le propuso hacer el preseminario. “Hacía mucho tiempo que yo no estudiaba y eso me frenaba un poco, pero tuve el ejemplo de todos los compañeros, que me dieron testimonio de que este podía ser mi sitio. Me sorprendió gratamente conocer la vida de los seminaristas, sus historias y la formación académica de cada uno de ellos”. Después de unos meses, el rector le propuso pasar al primer curso, pero Jesús prefirió “dar bien los pasos”, con la seguridad de estar haciendo todo de la mejor manera posible. “Esto me pareció suficientemente serio como para hacerlo con mucha paz y tranquilidad. El preseminario es fantástico porque te encuentras con Dios, con tu Iglesia y te permite conocer mejor tu diócesis”.

Reconoce que, al principio, su paso por el seminario le resultó complicado porque, aunque creció en un entorno militar, le costó adaptarse a las normas, ya que pasaba de ser el jefe a tener que obedecer con humildad. “En el seminario aprendes muchas cosas, pero lo que queda es que Dios forma parte de tu vida”.

Su diaconado empezó en el mes de diciembre y reconoce que ha sido un periodo corto, pero en el que ha podido aprender y entender “qué es un sacerdote”, gracias a José Antonio Abellán, párroco de La Purísima de Yecla, al que ha tenido como referente durante esta etapa. “Me siento muy afortunado por haber podido aprender de él, con la seriedad que conlleva, la tolerancia y la responsabilidad, sabiendo estar en mi sitio”. Al principio, cuando supo en qué parroquia sería diácono, debido a la distancia y por la situación de salud de su padre, pensó en lo difícil que sería, pero en el seminario ha aprendido a abandonarse en la confianza de Dios.

Para Jesús, que ya ha cumplido 53 años, las vocaciones a esta edad son “especialmente significativas porque combinan la experiencia de la vida con la ilusión del inicio del sacerdocio”.

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