Breves reflexiones sobre la actividad física, por Iván Rubio psicólogo sanitario

Como pone de relieve la socorrida cita "desde que el hombre es hombre…" podríamos decir que, efectivamente, desde siempre el ser humano ha necesitado de la actividad física para poder sobrevivir. Al principio esta práctica no era premeditada y no tenía otro fin que no fuese la pura supervivencia, la huida o lucha, la necesidad de desplazarse para buscar comida y/o tierras más fértiles puesto que aún no dominaban la agricultura ni la ganadería.

Alrededor de hace unos 35000 años ya se tiene constancia de que los seres humanos se "organizaban" en torno a grupos para organizar cazas desde distintos grupos sociales y ya se tiene constancia de que se realizaban ciertas danzas con fines espirituales, por tanto, es aquí donde podríamos fechar el inicio de la actividad deportiva con fines no meramente de supervivencia. Si bien el fin ulterior podría ser la supervivencia propiamente dicha, podría decirse lo mismo a día de hoy, pues además de obtener muchísimos beneficios psicológicos y sociales con esta práctica, el beneficio último y mayor sería vivir durante más tiempo y con mayor calidad.

Además de estas prácticas mencionadas, los mayas y los persas ya practicaban lo que podría decirse que fueron los primeros deportes que estaban ligados a los dioses y a buscar su favor. Por tanto, los que conseguían ganar esas competiciones gozaban del beneplácito de los dioses y como puede desprenderse de estas reflexiones previas, el ser humano siempre ha buscado sobrevivir y conectar con su yo espiritual mediante la práctica de actividad física, bien sea mediante las primeras competiciones, mediante los rituales de caza, la práctica de danzas rituales y demás prácticas similares.

Los seres humanos ya sabían que mediante estas prácticas podían sentirse mejor consigo mismos al poder conectar con su mundo exterior e interior mediante el deporte y poder sentirse más cerca de sus deidades de este modo.

Ya en épocas mucho más recientes en el tiempo, en la antigüedad clásica, los griegos buscaban deliberadamente cultivar la salud física mediante la práctica deportiva y se los puede considerar como los verdaderos padres de lo que conocemos a día de hoy como deporte, pues fueron los que comenzaron a sentar las bases de lo que serían las primeras asociaciones deportivas, competiciones con reglamentos y exigencias, etc. En esa época, gozar de una buena reputación deportiva hacía que la persona tuviese un status social superior y pudiera ser partícipe de mayores responsabilidades y beneficios sociales.

En Grecia, y más concretamente en la ciudad de Olimpia, fue donde nacieron los Juegos Olímpicos, tradición que por fortuna se ha mantenido hasta nuestros días y que es concebida como la mayor fiesta del deporte, sacrificio, entrega, integridad e integración que se conoce. Han sido miles de historias vitales que han cambiado o se han salvado mediante la práctica deportiva de las que muchas personas, incluido el firmante de este artículo, hemos hecho prácticamente nuestro modo de vida.

Ahora, la pregunta que cabría hacerse es: ¿Qué tiene el deporte y la práctica de actividad física que puede enganchar tanto o más que algunas sustancias nocivas? La respuesta a esta pregunta ha suscitado desde siempre numerosos estudios y numerosas cuestiones que, si bien no están todavía del todo resueltas, se está en posesiónde gran parte de la respuesta a día de hoy.

Todos los lectores podrán inferir fácilmente que, a medida que una persona va realizando actividad física, sus condiciones se vuelven cada vez mejores y se adquieren y refuerzan atributos tales como la fuerza o la resistencia. Este hecho en sí mismo podría resultar un refuerzo positivo muy potente y podría hacer que cada vez más deseásemos realizar deporte; no obstante, ¿puede ser este principio del conductismo suficiente para explicar porque un gran número de personas que se inician en la actividad física desarrollan tanta adherencia? La respuesta no parece ser muy sencilla.

Es muy famoso el dicho "cuerpo sano, mente sana", y los beneficios de una práctica deportiva constante son archiconocidos, como pueden ser las evidentes mejoras físicas, mejoras articulares, cardiovasculares, etc. También son muy conocidos sus efectos protectores frente a dolencias afectivas y emocionales como depresión, estados de estrés y ansiedad. Este efecto de cuerpo sano, mente sana, también se da a la inversa, y es que un buen estado psicológico facilita también un óptimo funcionamiento corporal y una mayor adherencia al deporte.

Entonces, ¿qué pasa en nuestro cerebro mientras hacemos deporte? Mientras estamos inmersos en la práctica de ejercicio físico, nuestros músculos y articulaciones están enviando constantemente al cerebro señales de estrés y distrés, es decir, señales de tensión y relajación y nuestro cerebro interpreta que podemos estar en una situación crítica para la supervivencia; este hecho hace que el cerebro libere factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y endorfinas.

El BDNF prepara al cerebro para desarrollar nuevas conexiones neuronales y por tanto está relacionado con el aprendizaje y la plasticidad cerebral para adaptarse a futuras experiencias de lucha/huida. Por otra parte, las endorfinas están relacionadas con la reducción de la percepción del dolor y la euforia. Por tanto, el funcionamiento de estas sustancias químicas no difiere mucho del de las drogas, pues también se ha comprobado que a mayor tiempo se esté practicando deporte, más cantidad de ejercicio se necesita para conseguir el mismo nivel de BDNF y endorfinas en nuestro cerebro, a este efecto se le conoce con el nombre de tolerancia.

De lo expuesto anteriormente se desprende una conclusión muy sencilla, si la práctica de actividad física produce cierto tipo de sustancias que hace que tengamos mayores capacidades de aprendizaje, concentración y memoria al mismo tiempo que produce sustancias que nos hacen más resistentes al dolor y nos hacen sentir eufóricos, y siendo ya muy reduccionistas, si el ejercicio nos hace más "fuertes, listos y felices" sólo cabe plantearse una cuestión y es: ¿Cuándo empiezo? Y la respuesta no podría ser más sencilla: ayer era un buen día para empezar, pero hoy es el mejor día para ello.

Iván Rubio (Psicólogo sanitario)

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