Confitería Santiago. Rincones de Totana

Por los años sesenta del pasado siglo abrió sus puertas en la calle Santiago la Confitería Padilla, de la mano de su propietario Pedro Padilla Gabarrón, que pronto gozó del favor del público dado el buen hacer de su propietario, que provenía de lo que entonces se llamaba el Oranesado, la Argelia del protectorado francés que tantos españoles acogió desde la guerra civil y los años cincuenta. Allí aprendió el oficio dando a sus productos un cierto toque del buen gusto francés-

Con catorce años entró a trabajar como aprendiz en la confitería Andrés Hernández Valenzuela, que aprendió de su maestro y pudo dominar las técnicas de este difícil arte. Tras hacer el Servicio Militar, Andrés se involucró más con Pedro Padilla y ampliaron su trabajo para servir a establecimientos de hostelería.

Pedro Padilla se jubiló y Andrés compró a su antiguo jefe el negocio pasando a dirigirlo él y continuó dando lo mejor de sí mismo en sus elaboraciones, tanto en dulces tradicionales de repostería como en los clásicos de la zona, muy especialmente en los propios de las Navidades totaneras, dando siempre el toque clásico, el local y continuó gozando del favor del público.

Naturalmente Andrés Hernández Valenzuela fue aprendiendo de otros maestros y perfeccionando su trabajo, dando un toque especial a su forma de elaborar el hojaldre, pues sus milhojas son inmejorables, así como sus pasteles de jamón de york y queso que son demandadas por los locales de hostelería. También buscó una forma de especializarse en algo muy demandado actualmente, la repostería sin azúcar, con otro tipo de endulzantes sin sacarosa, haciendo unas tartas que son muy apreciadas.

A mí me gusta todo, pero muy especialmente su empanadilla de bonito. Como está tan rica pensé que dentro del hojaldre metía al hijo de María José, el nieto de Andrés, pero no es así, me dijo que es bonito de lata comprada en el supermercado.

Andrés ha colaborado siempre con los hosteleros en sus fiestas con su aportación, así como ha participado en cuantos actos le han sido propios como las ferias de artesanía y los roscones solidarios que hacían todos los reposteros locales, así como ha colaborado en la creación del dulce con el que han querido significar a Totana, los Santiaguitos, esa delicia almendrada que ha encantado a todos.

Andrés sigue trabajando con la ayuda de su pareja Blanca Agudelo De Val, colombiana ella, haciendo especialmente por encargo algunas especialidades de aquellas tierras allende los mares.

Hay que entrar al obrador de Andrés como lo he hecho yo muchas veces, es tan pequeño que cuesta entender cómo en un espacio tan exiguo en el que apenas cabemos tres personas se puedan hacer tantas cosas y estén tan ricas.

Juan Ruiz García

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