Confitería Joaquín. Rincones de Totana

Estando un día en casa de mi hermana comentando la próxima celebración de la boda de mi sobrina Carmen María, que sería en la ermita de El Niño de Mula y pensaba celebrarla en la explanada que hay frente a su casa de campo de aquella pedanía muleña, dijo que le gustaría dar como postre de la cena la clásica tortada murciana de almendra y merengue dorada al horno como las hacía mi madre, pero ésta ya no tenía edad ni horno para ello, por lo que Encarna, mi contraría, dijo que en Totana había una señora que era clienta suya que las hacía de encargo y ella se ocuparía de ello. Cuando habló con esta señora le dio la misma respuesta que mi madre, pero añadió que su sobrino Joaquín acababa de abrir una confitería en la Avenida de Lorca y las podría hacer.

Al día siguiente me presenté en la confitería, conocí a Joaquín y a Encana, su contraria, y aceptó el encargo de las ocho tartas. El sábado me presenté con un amigo y su furgoneta, las recogimos y las llevamos al Niño, donde por la tarde se celebró la boda. Era una celebración con buffet, en cuya mesa estaban las ocho piezas debidamente cortadas en generosos trozos, de las cuales al final se consumieron seis, pero como estaban cortadas, los invitados fueron cogiendo segundas raciones y acabaron con ellas con gran aplauso de la concurrencia.

Joaquín Tomás Martínez Ponce se había forjado en el obrador de la Confitería María del Rosario trabajando desde el año 1978 a 1983, pasando posteriormente a las cocinas de Hoteles Durán, de Puerto de Mazarrón en cuyas cocinas hacía los postres, luego, desde 1991 a 1994 en Confitería San Antonio. Pensó que ya que estaba casado con la simpática Encarna podía montar su propio negocio y lo hizo en la dirección reseñada, abriendo sus puertas el 10 de marzo de 1995 para prestar un eficiente servicio.

Joaquín inició su confitería con dulces tradicionales y navideños que fueron del gusto de su clientela, haciendo especial hincapié en sus empanadillas y los pastelillos de cabello sin azúcar que también gustaron, de tal modo que necesitó pronto ayuda. Su hijo Marcos, chico decidido, simpático y con un corazón como el Morrón de Espuña, aprendió de su padre, estudió cuanto pudo y se aprestó a trabajar en el negocio familiar, pudiendo así abarcar más cantidad de encargos que antes.

Desde entonces continúan dando un perfecto servicio contando en los momentos de mayor cantidad de encargos con la colaboración de su hija Noelia, que es monísima. Así esta familia que trabaja unida pudo aguantar el fuerte golpe que supuso que al cabeza de familia y negocio le diera un puñetero infarto que lo apartó durante un tiempo del trabajo y las responsabilidades.

Entonces, Marcos se hizo cargo con la ayuda de su madre y hermana, salvando la situación y apartando a Joaquín del negocio al que, gracias a Dios, ya ha regresado. No obstante, es ahora Marcos el que carga en sus fuertes espaldas la responsabilidad aunque ya con la incorporación del pater familias.

Y ahí los tenemos, en la Avenida de Lorca donde nos recibe la sonrisa de Encarna para aceptar nuestros encargos.

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