En uno de los lugares más bellos de Totana, el atrio de La Santa, ha vuelto a abrir la cafetería del hotel del mismo nombre, pero lo ha hecho con la denominación de La Santa By Martin's, como ha querido su creador, el incombustible Martín Miras Costa, con el firme propósito de hacerlo un lugar emblemático de la diversión y el buen gusto. Sin duda ha acertado, pues en el año que lleva atendiendo al público ha encontrado la fiel clientela y a ésta se le han deparado tardes y noches inolvidables con el sello Martin's.
Martín Miras empezó en la hostelería a la tierna edad de quince años como camarero de la discoteca Kabuki de fausta memoria, permaneciendo más de dos años para pasar después al café Gran Parada. Allí, formando pareja con Silver, se hizo el gran camarero que es hoy, pues recuerdo en mis primeros años en Totana que el día de Santa Marta, patrona de la hostelería, cerraban los del gremio y hacían en La Santa una magna fiesta en la que todo el que llegara estaba invitado. Hacían concursos de camareros, que ganaban Silver o él, habiendo sido vencedor Martín durante cinco años seguidos.
Vinieron nuevos tiempos en el Gran Parada, Silver abandonó la profesión y Martín tomó la cafetería Gran Vía cuando contaba 26 años y la dirigió durante cinco años gozando del favor de la clientela. Por motivos personales lo dejó pasando a trabajar como camarero de La Tapita durante más de dos años.
Probablemente el gran momento de Martín Miras fue la apertura de la cafetería Martin's en la calle Antonio Garrigues, esquina a Revuelta, porque allí dio rienda suelta a toda su creatividad haciéndolo el lugar de moda en Totana. No escatimó medios y derrochó imaginación a raudales haciendo fiestas musicales de todo tipo, ya sea de la de los años ochenta como celebrar la Feria de Abril sevillana e incluso un karaoke. Allí se hicieron recitales y lecturas de leyendas con música medieval, se presentaron libros y se hicieron cuantos actos culturales se le pidieron ayudando siempre de forma desinteresada. Hubo programas radiofónicos en directo hechos desde la cafetería y las dos calles confluyentes se llenaban hasta la bandera.
Mientras tanto sacaba tiempo de donde fuera y participaba de forma muy activa en las decisiones de su asociación de hosteleros, siendo siempre un elemento creativo para mejorar el sector y, fundamentalmente, su idea de promocionar Totana en todas partes para que sea un foco de atracción turística como su belleza merece.
Debido a continuos inconvenientes creados por vecinos decidió abandonar aquel local y coger el que estaba cerrado en La Ribera que bautizó con el mismo nombre, donde permaneció tres años con la misma clientela y la misma creatividad, aumentada por la de su hija Alba, genial diseñadora, que hasta promocionaron camisetas que despertaran el orgullo de ser totanero. Aquí se realizaron hasta exposiciones de arte, amén de las mismas fiestas y presentaciones de libros.
La puñetera pandemia y otros inconvenientes lo decidieron a dar el gran salto al vacío y subirse a La Santa para iniciar nueva aventura. Naturalmente su clientela no le ha fallado, su servicio sigue siendo el de la calidad acostumbrada y depara a sus clientes en aquel lugar de puro privilegio conciertos y actos lúdicos que entretienen a sus fiel clientela, de cuyo beneficio seguirá gozando porque se lo gana.
Juan Ruiz García